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El frío es suave, el sol «escaufa». El ambiente de la cocina es cálido. El ir y venir de sus habitantes, el susurrar por lo bajini de los niños le dan un toque de no sé qué, de misterio, recuerdos de momentos vividos, de sillas que no volverán a ser ocupadas por nuestros seres queridos. Hago una plegaria a mi Dios y a San Nicolás, que en un abrir y cerrar de ojos nos alcance el milagro de la paz en el mundo. La Navidad se encuentra ahí a cuatro pasos.

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Nada es lo mismo, las guerras han sepultado la belleza del amor fraternal, las familias unidas, niños que jamás serán mayores, pueblos y ciudades destruidas, preguntándonos ¿a qué nos ha conducido el siglo XXI con tantos adelantos?