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Antes se llamaba «vivir del cuento». Ahora «vivir del relato». O sea, que hay cuento para rato. Es la vieja costumbre de tomarle el pelo a la gente. Dar gato por liebre. Decir mentiras, tralará… Somos ingenuos, crédulos, demasiado inocentes hasta que nos demuestran lo contrario. Nos gusta la sopa boba. Comulgamos con ruedas de molino. Somos gregarios y nos dejamos llevar por relatos imaginarios hasta que nos caemos del burro. Aquí cantamos que el que no quiera caerse del burro, que vaya a pie. Pero caminar cansa más que otros medios de transporte.

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Por otra parte, los hechos son los hechos. Como nos fue dado el don de la interpretación, de los mismos hechos podemos ofrecer versiones diferentes. Las versiones están muy influidas por los intereses; los intereses por las necesidades; y no todos necesitamos lo mismo. Unos tienen sus necesidades cubiertas y otros cubren sus necesidades con una capa de gruesa ideología llena de buenos propósitos. Incluso llegamos a matar por una buena causa. Cuando sentimos una amenaza existencial, alegamos legítima defensa. Nos dan a escoger entre matar o morir. Son dilemas terribles.

En definitiva, la vida está hecha de narraciones, historias, literatura… tiene inicio, nudo y desenlace. Generalmente, un fatal desenlace. Hay dramas, comedias, tragedias. Recorremos todos los géneros, del soneto al sainete. En la tragedia puede que todo sea ficción, pero las lágrimas y el dolor son de verdad.