Hay ciudadanos que han dimitido de este cargo. Son algunos de los que creen que como tales tienen muchos derechos y ninguna responsabilidad. Muchos ni votan y los que lo hacen, habiendo renunciado al cargo de ciudadano, pese a la validez de su voto, acuden a las urnas sin tener idea de casi nada. Tienen una parte considerable de la culpa de la degradación de la democracia.
Una de las actitudes que provocan la dimisión es no mostrar ni el mínimo interés por la información sobre la cosa pública. Hay quien nunca lo ha tenido, pero también existen ciudadanos que de forma deliberada han decidido no ver informativos de televisión, no escuchar boletines de radio y no leer nunca un periódico. Suelen incluso presumir de ello con un doble argumento: están aburridos y asqueados de lo que pasa por el mundo y además no se fían de los medios, a los que no conceden ninguna credibilidad. Están convencidos que no necesitan estar informados para vivir cómodamente.
Al renunciar a la información, sin saberlo, se convierten en las víctimas propicias para caer en manos del populismo, del virus político antisistema que crece en casi todos los países, liderado por una derecha radical que condena a los inmigrantes, niega el cambio climático, y quiere destruir las estructuras democráticas para quedarse con el poder. Son los nuevos dictadores votados por los ciudadanos inconscientes y desinformados.
Este diario es una gota pequeña en un mar inmenso de información. Pero en esta pequeña isla todavía tiene un peso importante y un compromiso con los lectores, que intenta cumplir todos los días. Puedo decir que los periodistas que escriben en este medio ejercen de forma honesta su profesión. La buena información es un valor que a menudo no se aprecia en una sociedad polarizada y miope. Los ciudadanos en activo deberían reivindicar más su derecho constitucional a una información veraz.