El «Efecto de lengua extranjera», o Foreign Language Effect, en inglés, hace referencia a los supuestos beneficios de estudiar una lengua diferente de la materna. Según dicen, al hablar otra lengua cambiamos nuestro modo de ver el mundo, es decir, nuestra psicología. Si usamos una lengua muy estructurada como el inglés, podemos ser más racionales que hablando castellano, mientras que los extranjeros que aprenden español pueden ser más intuitivos, sin dejar de ser la misma persona. Además, se dice que el hecho de aprender otras lenguas aumenta el volumen del cerebro, previene la demencia, mejora la aptitud para las matemáticas, incentiva la creatividad, afina el oído y aumenta la autoestima. También dicen que al hablar nuevas lenguas cambiamos nuestras decisiones, somos menos crédulos, menos emotivos. La explicación que se da radica en que las lenguas aprendidas en clase necesitan de estudios gramaticales, presentan más dificultades de vocabulario y se adquieren a edades más avanzadas que la lengua materna. Es como si dijéramos que ya no nos chupamos tanto el dedo, ya no creemos en los Reyes Magos y vamos a lo positivo, a lo que se puede definir con menos palabras y llamamos al pan, pan y al vino, vino. La estrechez de vocabulario, por otro lado, nos hace más correctos, porque nuestro repertorio de tacos, expresiones groseras y juramentos se reduce en gran manera. Y todo eso, con medio peso. Pero también con nuestro esfuerzo, lo que debe de redundar en un buen ejercicio de voluntad.
Les coses senzilles
Lengua extranjera
16/10/23 4:01
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