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Hay frases tan recurrentes en la política actual que resulta agotador escucharlas con tanta reiteración a pesar de que la evidencia sugiere su indiscutible falsedad. Es el caso del «no todo vale en política» o aquello de que «hay líneas rojas que no se pueden traspasar».

No, ni poco, diría yo, siempre que al político de turno le convenga hacerlo. Decir que no todo vale en política es una sentencia bastante vaga que pronuncian la mayoría, sino todos los representantes de la cosa pública cuando no saben cómo defenderse de las acusaciones de la oposición que pueden ser verdades o medias verdades.

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La prueba más evidente de que sí vale todo y de que las líneas rojas se traspasan a conveniencia, aunque no debería ser así, es que unos y otros apelan a estas frases en situaciones similares. Sí vale todo siempre que sea para torpedear al adversario político, no solo en campaña electoral, que aún tendría alguna mínima justificación, sino en plena legislatura. Es por eso que ya no escandaliza el insulto en el Congreso, las mentiras del Gobierno -también de la oposición- a la ciudadanía, el favoritismo o la malentendida generosidad como método para seguir en el poder, porque sigue valiendo todo y aquí no pasa nada.

Sucede otro tanto también a nivel insular. Ahora el Partido Popular cuestiona al PSOE por sus ataques a la consellera Marta Vidal, por ejemplo, o a la discutible compatibilidad del presidente del Consell para formar parte del consejo de Autoridad Portuaria por su pasado profesional en el sector náutico. Los socialistas tratan de erosionar a la briosa abogada menorquina a partir de sus vínculos laborales y de algunas de sus más recientes y sonadas intervenciones en el Parlament que tanto han dado que hablar.

Nada nuevo que no hubieran hecho los populares con reiteración cuando estaban en la oposición para desprestigiar a quienes entonces gobernaban. Les vale a todos.