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La última tontada de las redes es el ‘Lazy Girl Job’ o trabajo para una chica perezosa. Lo comanda una tiktoker, cómo no, que anima a los jóvenes a abandonar el estilo de vida heredado de sus padres y abuelos. O sea, el nuestro, que se centraba en el trabajo. No digo que estén equivocados, todo lo contrario, suscribo cada letra y cada coma de esa filosofía. A todos nos gustaría trabajar menos, cobrar lo mismo o más, disponer de más tiempo libre, dedicarnos a las cosas que realmente alimentan nuestro espíritu y quizá pasar unos meses en Tailandia tirados a la bartola en una hamaca enviando por mail algunos contenidos digitales para ganar pasta.

¿Cuál es el pequeño, diminuto, agujero de esta teoría? Que nadie da duros a cuatro pesetas. ¿Quién es la guapa a la que pagan un pastón por currar poquito y mal y solo cuando le apetece? Pues las cuatro lerdas famosillas de la tele, las redes y las revistas del corazón. Y para de contar. El resto debe trabajar, formarse y esforzarse, a diario y mucho, para sacar simplemente un sueldito. La fantasía infantiloide de que todos podemos vivir de nuestro arte, belleza, talento con el balón, poderío creativo o lo que sea se sostiene cuando tienes catorce años. Más allá es ser bobo. ¿Que hay gente que lo logra? Por supuesto. Pero no creo que ninguno de ellos trabaje poco o cuando le viene en gana. Al contrario, al artista se le exige más que a nadie. Y suele darlo. Porque es vocacional.

Además, cuando la ‘lazy girl’ regresa de su periplo tailandés querrá tener un techo sobre su cabeza y un plato en la mesa. Incluso vestir, calzar y tener móvil, ordenador y conexión a internet. ¿Es que todo eso es gratis? El trabajo a media jornada bien remunerado, libre, fácil y sin exigencias no existe. Es triste, sí, pero así es la vida.