Superados los días de vino y rosas que siguieron a la jornada electoral del 28 de mayo, el Partido Popular ha ido transformando su semblante impregnado por la euforia que le dieron las mayorías, en el que le reporta la realidad más cotidiana a la hora de convertir el triunfo en gobierno. Esta realidad pasa, irremediablemente en muchos puntos de la geografía nacional, por la dependencia mayor o menor de Vox, o lo que es lo mismo, toda una patata caliente a ojos de votantes ajenos e incluso muchos de los propios. Aún hoy, nombrar al partido de Abascal parece evocar la catarsis mundial cuando se trata de una opción política a la que acaban de respaldar un millón seiscientos mil españoles, que se dice pronto.
Adiós a las armas
Principios confusos
23/06/23 4:00
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