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Sé por experiencia que en todos los partidos políticos hay buenas personas. Gente honesta, con su ideología, manera de pensar, vivir y ver el mundo. Si la igualdad de derechos es deseable e irrenunciable, la igualdad de pensamiento sería horrible. Claro que hay una tendencia a uniformar, homogeneizar y buscar afinidades. Los populistas necesitan enemigos. Evitemos la disgregación sin caer en gregarismos. Desde la persuasión a la coacción o fuerza bruta, existen todas las posibilidades. El invento de la democracia fue una solución para evitar imposiciones, dictaduras y totalitarismo. Llegando a acuerdos. Pero quienes crean que ejercer la democracia es fácil y sin vuelta atrás, están muy equivocados. Puede que con buena fe, pero equivocados.

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Si digo que Berlusconi ha muerto, sabrán de quién les hablo. Al populismo de siempre, le añades el control de la tele y te sale un telepopulismo de narices.

Gabriella Carlucci, exparlamentaria de Forza Italia que lo conoció de cerca, dice así: «Berlusconi hablaba a sus votantes como a niños de 14 años» «Es Diari», 13-6-23). Aquí también pasa. Los niños de 14 años pueden ser muy inteligentes pero les falta experiencia. Y la experiencia, en política o en la vida, es un grado. Debemos respetar a todas las personas sin tener que compartir sus propuestas ni sus ideas. Ahí es mejor que no siempre estemos de acuerdo. Votamos, de vez en cuando, para decidir lo que queremos o rechazamos.