Cuando un partido empieza a estar gastado y pierde apoyo social o electoral, se cambia de nombre y ya está. En el mundo de la imagen, nadie se fija en programas ni en propuestas. Todo es mucho más simple. Ver en lugar de leer.
El Partido Comunista se transformó en Izquierda Unida y, ahora, se llamará Movimiento Sumar (¿a qué me suena esto del Movimiento?). Es un nombre muy apropiado porque la obsesión de Sánchez es esta: sumar los votos suficientes para poder gobernar. Lo de los programas o las promesas, es lo de menos. PSOE, Bildu, Podemos, ERC… tienen muchos puntos en común. Son todos progresistas. Con la mitad más uno de los progresistas, la coalición resultante se reparte el poder y lo que sale se traduce en una acción de gobierno que no la reconoce ni la madre que la votó.
El miedo sigue siendo el único recurso (o el más efectivo) para convencer al indeciso. En caso de votar a cualquier opción que no sume, nos espera el apocalipsis, el retroceso de derechos, los recortes de lo público, la debacle franquista o facha o ultraconservadora. Los que no me votan son tontos o están equivocados. No se han informado bien. Soy un líder carismático que tengo que hacer frente a los ricos, capitalistas, empresarios, conservadores y reaccionarios. ¿Vas a creer a tus propios ojos o a una buena campaña publicitaria?
Ya saben que, en campaña, todo vale. Y después también. Quedan seis semanas para decidir los próximos cuatro años.