¿Cómo están, queridos lectores? Supongo que si es usted de un pensamiento antagónico al que yo expreso en cada artículo estará eufórico por este país tan siglo XIV que se nos está quedando. Sin embargo, dudo de que las personas situadas en las antípodas de mi cosmovisión se acerquen a estas líneas, es más, ellos ya tienen a la mayoría aplastante de articulistas -que se mueven entre el conservadurismo más o menos democrático y el neoliberalismo barra neofascismo más repugnante- para regalarles los oídos. Yo que ustedes iría estudiando el creacionismo y dándole carpetazo a Darwin, porque en breve estará prohibido en las aulas por rojo, etarra, maricón y antitaurino.
Ahora bien, si usted se acerca un poquito a la manera en cómo yo veo el mundo, estará tristón y abatido porque ha comprobado que su manera de entender la virtud, la justicia, la libertad, no es la mayoritaria ni mucho menos. Pues bien, no se preocupen, traigo la solución a todos sus problemas, a partir de ahora dormiremos a pierna suelta y con una sonrisa de oreja a oreja, seremos más felices que Pablo Motos entrevistando a un nazi, que Ana Rosa plagiando una novela mientras se compra otra docenita de pisos, que Ferreras lamiéndole los pies al tito Florentino, que un cerdo en una charca, que un instagramer con un paquete nuevo de filtros de belleza, que un vegano en una barbacoa solo de pimientos rojos y que Elon Musk despidiendo gente porque no le curran cien horas a la semana.
Lo primero que tenemos que hacer es mandar la solidaridad al desierto del Gobi o más allá. Lo segundo tener muy claro que el que es pobre es porque quiere y punto pelota, si eres pobre te jodes, haber tenido un papa con corona, o como el de Taburete, o algo así. Lo tercero es comernos la conciencia, la ética y la moral con una guarnición de caviar de beluga y unas botellitas de Moët Chandon para que pase bien. Lo cuarto, comprarnos unas pulseritas con bandera, son un salvoconducto perfecto para decir y hacer lo que nos dé la gana y que todo el mundo nos mire con respeto y un puntito de miedo, por qué no decirlo. Y lo quinto, hacernos radicales creyentes del dios dinero, todopoderoso y omnipresente, a él nos entregamos en cuerpo y alma. Y ‘vualá', ya estamos listos para disfrutar de la vida más que un guiri de un balcón.
Pero hagámoslo rápido no sea que los cuqui progres funden un nuevo partido de izquierdas para unir a todos los que se han fundado hasta ahora, uno más que hay pocos. Se pongan revolucionarios y llenen Twitter de dislikes porque ¡jopetas!, los curritos no entienden que ellos han leído a grandes autores desde sus cátedras y tienen que hacerles caso, no por clasismo cultural, qué va, sino porque son una chupipandi de izquierdosos que usa Uber y iPhone. O lo más peligroso con diferencia, que monten una nueva batucada para exigir la caída del régimen, claro que sí guapi. Bueno, la verdad es que entre esta tropa y ese no-votante izquierdoso tan exigente que prefiere que gobierne la extrema derecha antes que mancillar su voto, los nuevos conversos al capitalismo más salvaje podemos estar la mar de tranquilos.
Y cerramos con la mejor noticia de la semana, ¡a tomar por saco las penas!, la cerveza Grahame Pearce de Sant Climent ha conseguido dos medallas más en la «Barcelona Beer Challenge». No sé si la gente sabe de política o no, pero de cerveza sí que saben, y si las Grahame Pearce son las mejores del mundo, pues se dice y ya está, qué trabajo cuesta. Lúpulo y feliz jueves.
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