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Les han dado vales para ir de tiendas, dinero para comprar ordenadores, tabletas o aparatos tecnológicos, subvenciones para sacarse el carné de conducir y para gastos en cultura, más subvenciones si han escrito algún panfleto -en catalán of course-, o han grabado una canción en ese mismo idioma, el único en el que se valora el talento creativo o el único al que se da valor aunque no haya ni talento ni creatividad. Y les llevan gratis en el bus incluso los fines de semana para que puedan beber sin cuidado. Y avales para comprar viviendas y una paga extra a quienes ya cobraban por desempleo. A cambio, solo tenían que hacer un pequeño esfuerzo, acudir a votar el pasado domingo esa mano que tanta generosidad ha desprendido con ellos.

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Y no acudieron. Insensatos. Faltaron 33. ¡Ahora se van a enterar! De esas ausencias en los colegios electorales ha venido lo que tenemos, que los nacionalistas han perdido fuelle, se les ha roto un peldaño de la escalera que preparaban para dar el sorpasso, y Vox le ha birlado la representación a Podemos. El resultado es que la derecha ha ganado las elecciones al Consell de Menorca y que el dinero que se ha tirado para ‘comprar’ un título a la Unesco, el que se ha perdido por desidia para la reforma de la carretera y el previsto para chiringuitos biosféricos encuentre ahora mejor destino de inversión, más productiva y saludable.

Suena a fin de la revolución que prendió en 2015 con la canalización política de aquel 15-M de cuatro años antes y que ahora se diluye. El partido que los aglutinó ya no les representa, sus dirigentes y cargos se han aburguesado en el comportamiento y en la nómina institucional, el ruido ha quedado en murmullo, no han transformado nada salvo la complicidad con la mafia okupa. Del «no nos representan» del pasado al «ya no les queremos» del presente.