La coronación de Carlos III da que pensar. Aunque nuestra forma de Estado, desde la Constitución del 78, sea la monarquía parlamentaria, el gobierno actual (que Alfredo Pérez Rubalcaba apodó Frankenstein) tiene clara tendencia republicana. Comunistas e independentistas son antimonárquicos (sería un gobierno Robespierre).
«Desde la lejanía», el profesor Benjamín Carreras afirma, refiriéndose a España: «Si se hiciera un referéndum probablemente se acabaría con esa monarquía anacrónica y sin sentido en un estado que pretende ser democrático» ( «Diari Menorca», 8 de mayo de 2023). Asociar democracia y república es un error que no se basa en los hechos. O monarquía y falta de libertades. Algunos de los sistemas democráticos más avanzados son monarquías parlamentarias. No confundir con la monarquía absoluta, felizmente desaparecida. Hay monarquías no democráticas, como la de Arabia Saudí y repúblicas liberticidas como Venezuela, Corea del Norte, China o Nicaragua.
Cuando decimos que la monarquía es anacrónica, no hablamos de la nuestra. EEUU es una república que ha vivido recientemente un asalto al Capitolio. La democracia es una conquista histórica que es preciso defender y actualizar.
Hemos perdido la capacidad de comprender lo simbólico. Los símbolos pueden unir más allá de naturales y benéficas discrepancias. Querer suprimir o reprimir a los que no coinciden con nuestros planteamientos, es lo menos democrático que hay.