¿Qué tal están, queridos lectores? ¿Han visto ya algún ovni? O están conmigo en que existe vida inteligente fuera del planeta Tierra, dentro ya es más cuestionable, pero paradójicamente la prueba irrefutable de que los que viven fuera de la bola azul son muy listos es que nunca han venido a visitarnos, así que los objetos voladores no identificados pueden ser desde un globo chino hasta la chatarra de un satélite pasando por un tipo aburrido que juega con la edición fotográfica.
El tema ovni da un juego flipante tanto en el mundo de la literatura como en el del cine, además funciona como perfecta cortina de humo cuando interesa y también sirve para fomentar teorías conspiranoicas que alimentan el mundo friki. Lo que sí es curioso es que todos los extraterrestres se presenten en Nueva York, nunca en Teruel, Cádiz o Menorca, por poner unos ejemplos. En Teruel quizás porque no se encontrarían a nadie, en Cádiz tal vez porque les vacilarían con mucho arte, y en Menorca porque al precio que se está poniendo todo no les sale a cuenta visitarnos y pagar un pastón por un amarre para el platillo, tenerse que alojar en hoteles de lujo con «encanto» porque no hay otra cosa, desplazarse en buses lanzadera por obligación y por masificación, a pesar de contar ellos con tecnología puntera, y dejarse todas las marcianomonedas en repostar el ovni para largarse; cierto es que Nueva York tampoco es barato, es más, según mi amigo Américo, que es muy viajado, los dólares vuelan en Manhattan con la misma rapidez que la cocaína en las fiestas de un rey, pero es más cinematográfica.
Molaría que los seres, verdes o no, de otro planeta vinieran a conquistarnos, no sé, igual la lían muy parda y nos extinguen a todos, pero es que yo me la jugaría porque es la última salida que veo a esta espiral destructiva y distópica en la que nos han metido. Datos que corroboran que nos vamos al carajo en menos de lo que tarda un neoliberal en privatizar un hospital: mueren más personas por hacerse selfies al año que por ataques de tiburón. Los tiburones, pobretes, con la mala fama que les ha creado el cine, causan unas 20 muertes anuales, en cambio mueren unas 40 personas al año por hacerse una foto al lado de un acantilado, cerca de una ola gigante o al borde del cráter de un volcán. Podríamos decir que el ego les mata, porque lo importante no son las cataratas de Iguazú, lo importante es que se vea que yo estaba allí.
Se suben más de 100 millones de fotos al día en Instagram, si se quisieran imprimir todas no habría árboles suficientes en la galaxia. Viendo estas cifras podríamos afirmar que el dinero y el ego son los grandes motores del mundo. Hay una necesidad de que nos hagan casito a golpe de likes que es terrorífica, porque de ahí vamos de cabecita a la depresión y demás enfermedades mentales. Otro dato, los grandes directivos de las tecnológicas de Silicon Valley llevan a sus retoños a colegios analógicos y les mantienen lejos de las pantallas, saben que la mierda que fabrican es droga dura y no la quieren para su familia, igualito que Pablo Escobar.
Poderoso don Dinero y poderoso don Ego, vaya aliados más chungos, como no somos capaces de atar en corto a la ambición y al narcisismo así nos va. De momento navego tranquilo, estos artículos no necesitan más likes, tengo el ego aplastado debajo del culo, y además no conllevan remuneración monetaria, así que estoy libre de ambiciones desmesuradas y de las cadenas que nos pone la necesidad. Rico lúpulo y feliz jueves.