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Vivimos tiempos de escraches, fantoches y derroches. Penurias a troche y moche: materiales e intelectuales. Indigencia moral por educación deficiente, antiguamente llamada ‘mala educación'. Esa que une la osadía a la soberbia. Los que no dudan jamás porque dejarían de ser fanáticos a diestra y siniestra. Odian la excelencia porque les recuerda su mediocridad y ausencia de mérito o capacidad. Reclaman todos los derechos posibles y se olvidan de sus deberes y obligaciones. Fácilmente manipulables por el poder o el influencer de turno. Se creen más listos que nadie y andan por ahí dando lecciones y exigiendo acatamiento a sus neuras e ideología.

Extremistas, intolerantes y mesiánicos. Gente que se creen superiores y en posesión exclusiva de la verdad. Vivimos tiempos de guerra y política frentista, radical y populista. Individuos o grupos con poca tolerancia a la frustración y alérgicos al sentido del humor.

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Su resentimiento produce un odio ciego que busca fastidiar al prójimo como a sí mismos. La incompetencia de las altas instancias políticas y sociales produce una sociedad empobrecida y miserable, o viceversa.

Los ilustres ignorantes (título de un programa de humor irreverente con Javier Cansado como colaborador) se apoyan unos a otros para que no se descubra el pastel. Adoptan nobles causas que nadie puede rechazar para monopolizar las rentas y acusar a otros de todos los males. Pero a nosotros no nos engañan.