Una encuesta electoral es la fotografía de una estado de ánimo y la publicada el domingo en estas páginas revela estabilidad y escasas expectativas de cambio. El voto también es producto de un estado de ánimo, de afinidad con unas siglas o candidatos, de humor o indignación hacia quien gobierna o hacia quien aspira al mando. La estimación del sondeo e incluso la elaboración de los resultados tienen una base matemática pero nada hay tan poco matemático como calcular las volubles intenciones del personal.
Todas las encuestas, la de Tezanos también una vez, ofrecen una aproximación bastante certera, pero realizadas con mucha antelación son incapaces de advertir la formación de la ola que en más de una ocasión en las últimas décadas ha sido causa del cambio. A veces se ha formado por un acontecimiento como el atentado del 11-M en 2004 y en otras, 2011 y 2015, como un cauce que se va llenando con el malestar social. Los resultados del trabajo del IBES no la perciben ahora y tampoco parece que se den las circunstancias.
La conclusión sobre las elecciones al Parlament, donde se forma el Govern y donde se juega el poder, apunta a una mayoría del bloque de izquierdas, si bien más ajustada y condicionada a la representación que obtenga el Pi, heredero de la corrupta Unió Mallorquina que sacó su provecho de ese papel de bisagra. La mayoría puede depender de un solo diputado, dicen los analistas.
Si la cosa fuere finalmente tan justa, la derecha lamentará no haber corregido a tiempo la anomalía ibicenca, la isla con un 40 por ciento más de población y un diputado menos que Menorca. La encuesta marca mayoría conservadora en Eivissa y progresista en Menorca, el territorio balear con más representantes por habitante. La clave de la disputa entre Armengol y Prohens reside, por tanto, más en Menorca que en Formentera.