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Observa el novelista Manuel Vicent que, en general, quienes juzgan más negativamente la Transición Española son quienes no la experimentaron de primera mano.

Los que la vivimos sabemos, como dice el escritor en una reciente entrevista en la revista «El Cultural», que «lo mejor de esos años fue que se fomentó un clima positivo de creatividad colectiva, de empujar todos en una misma dirección». Y añade «se produjo una especie de pacto tácito de que esta vez no nos íbamos a matar entre nosotros, todo menos volver a una guerra y en este sentido apretamos todos para sacar la carreta del charco».

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No hay duda de que se hicieron algunas cosas mal, pero al final todo salió notablemente bien. Fue casi un milagro, y eso es lo que valoramos quienes estuvimos en ese crucial momento histórico.    Prueba de su éxito es que fue estudiada por otros países como ejemplo a seguir, en especial en el Este de Europa

A medida que pasen los años los historiadores serán más duros y con mayor distancia temporal resaltarán los aspectos negativos de esta etapa en la que se salió de una larga dictadura. La historia trabaja con los hechos y a menudo no le queda otro remedio que prescindir de las vivencias, los sueños, los anhelos y los miedos de la época. Una desviación que nos desvalija del color y el calor de la vida y de las emociones individuales y colectivas que son también parte del pasado.