Xisco Ametller pone fin en mayo a su recorrido como alcalde de Es Mercadal, un cargo que lleva aparejado el liderazgo de los intereses del municipio. Es probable que siga en política en alguna demarcación de más beneficio y menos riesgo, no estoy hablando necesariamente de diputado en el Parlament, pero es una opción recurrente para alcaldes y concejales a quienes se desea compensar con mejor sueldo y menos esfuerzo el trabajo realizado a pie de calle. No sé si será su caso, el partido es el que reparte suerte y filtra el acceso al mayor chollo que hay ahora en materia de cargos.
Sea cual fuere su futuro, llama la atención el caso de Es Mercadal, donde todos los alcaldes que hemos conocido en la democracia actual han tenido una trayectoria longeva y ninguno ha fenecido en las urnas. Es un oasis en el contexto político actual, donde hasta la vida municipal se convierte a menudo en una terminal más de la agitación que salpica las grandes instituciones, periódicos y telediarios.
La estabilidad que ha tenido Es Mercadal y Fornells en el principal cargo del municipio parece una de las claves de la transformación y modernización de dos de los pueblos con más atractivo ahora de la Isla. Los vecinos han demostrado que para atender las necesidades urbanas es preferible el talante, la capacidad y la disposición personal a la ideología y sus agotadores prejuicios y derivadas.
En estos 44 años ha habido relevo generacional pero se ha mantenido la costumbre de no cambiar de alcalde hasta que este decide retirarse. Y luego, siendo de pensamiento político distinto, echan una mano al alcalde de turno cuando son llamados para afrontar algún problema que requiere visión global.
Si el conseller de Educación no hubiera sido tan lerdo en estos últimos ocho años, Ametller se habría despedido dejando una escuela nueva. Se lo merecía.