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Vivimos tiempos confusos con mucha manipulación y tráfico de influencers. Se crea un medio y ese medio, a continuación, condiciona o configura el mensaje y a los nuevos mensajeros. Gente variopinta que triunfa a base de acumular ‘Me gustas'. Tantos seguidores… tanto vales. La opinión pública se diferencia de la privada en que la cantidad importa. Nos sale la vena gregaria y esa tendencia a linchar y a crucificar que tiene la masa cuando no encuentra barreras ni leyes que la detengan. Lo comercial y lo político siguen la misma dinámica: sacar el mayor provecho propio con escrúpulos o sin ellos. Cancelaciones a porrillo y ofendidos por doquier son los síntomas de la nueva inquisición laica que persigue con saña al que se aparta de la norma y de los dogmas sin posible discusión que ella dispone.

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Quien controla al influencer decide en qué sentido va a influenciar. La propaganda puede ser extremadamente sutil. No es nada nuevo aunque cambien las formas o nos despiste el renovado formato. Las subvenciones ayudan a crear opiniones favorables. A vender cualquier cosa, con mensajes cortos por naturaleza.

Imaginen a un influencer solitario que va por libre. Alguien que hable sin miedo, capaz de contradecir o contrariar a la mayoría. Un pensador original e independiente. Cada vez hay menos y no es nada fácil mantenerse al margen del sistema que todo lo engulle. Si existiese, probablemente tendría los likes contados.