Estamos en la recta final de este mes vacacional por excelencia y me imagino que dentro de un mes más o menos, los responsables y supongo entendidos en materia turística, nos darán a conocer las cifras sobre los beneficios que nos ha aportado ese factor que algunos califican de «invasión turística». Yo que no soy experto y que me miro los toros desde la barrera, he de confesar que me llega el tufillo de las reses y la polvorienta que se levanta por las multitudes y algo me dice que no se hacen las cosas tan bien como pensamos deberían hacerse.
Centenares de coches aparcados en los márgenes de las carreteras que llevan a nuestras playas mal calificadas en nuestros días como vírgenes, cabreos y enfrentamientos por parte de quienes quieren darse un chapuzón al precio que sea, me lleva a pensar que la improvisación y la falta de estudios previos no sirven para poder decir que el veraneo de muchos no ha sido una gozada tan perfecta, porque o sobran coches o faltan aparcamientos. Algo tendremos que hacer y sin perdida de tiempo y ya con vistas a la próxima temporada, si es que queremos que el beneficio turístico siga siento rentable y nos asegure a los isleños mantenernos a flote durante los meses invernales. Esto o empezar a pensar en editar postales con vistas de esas imposibles playas y repartirlas por todos nuestros hoteles y agencias de viajes, para que nuestros visitantes se la coloquen a la altura de la vista mientras se dan una ducha de consolación y a mano unas patatitas con un vermut pero no «on the roks», que no está el hielo para bromas.