No se echa de menos, es algo que tengo bastante claro. La verdad es que tardé bastante tiempo en darme cuenta, solo el poner años y determinados roces superfluos te llegan a proveer de una capa impermeable, meterse dentro de una burbuja dicen también algunos, que te aísla de un montón de tormentas sicológicas, de come cocos y vampiros de energías. Escribo esto en vísperas de mi cumple, el de cada año claro y tengo dicho a mis más allegados que se abstengan de hacerme regalos por la sencilla razón de que cuando se cumplen los que uno tiene y que son muchos, ya se tiene de todo, entendiendo por todo lo que es necesario.
A veces cuando nos regalan algo solemos hacer como un gran salto hacia nuestra niñez ya desdibujada y sonreímos y lanzamos alguna carcajada mientras desgarramos el colorido papel que lo envuelve, porque en el fondo nos interesa muy poco lo que te van a regalar, pero disfrutas como un enano haciendo trizas ese papel dejando caer los trozos a tus pies y en eso, solo en ese acto, radica al menos para mi el auténtico gozo. Cuando me lean, si es que lo hacen, ya habrá pasado, tendré un año más y la verdad es que si fuera realmente sincero, debería decir que lo mejor sería plantarse a una edad madura, apagar velitas sin esfuerzo y sin dejarte ni una y sobre todo, que no me canten eso de «que cumplas muchos más», por la sencilla razón de que ya tengo suficientes y la mochila de cada año se me hace bastante pesada.