Somos fruto, la mayoría de nosotros, de un mismo sistema académico. Hemos tomado apuntes hasta dolernos la mano; memorizado datos que ahora buscas con un clic en Google y que luego tu cerebro ‘formateaba’ días o semanas después; hincado los codos con las persianas bajadas para que el sol no te tentara cuando preparabas la selectividad; hemos hecho exámenes ‘a peso’; se nos han atragantado asignaturas precedidas por su fama de ininteligibles y que nos hacían creer que solo estaban destinadas a mentes privilegiadas; y nos hemos tenido que decidir, con más o menos convencimiento y poco margen para el error, por una rama de estudios en la que creíamos que podríamos ganarnos la vida en función de nuestras habilidades. Había poco de imaginativo en todo ello y mucha incertidumbre cuando te acercabas al final del camino y te asomabas al precipicio laboral, siempre de crisis en crisis.
Vía libre
Otro ladrillo en la pared
12/07/22 3:59
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