¿Cómo están, queridos lectores? Como cada jueves espero que lo mejor posible, a pesar de que tengamos que ir a un banco a pedir un crédito para poder ir al supermercado, y a pesar de que tengamos que ir al supermercado andando porque no hay dios que pueda pagar la gasolina, si exceptuamos la tribu de cayetanos y sus fieles siervos, y a pesar de que cuando lleguemos a casa tengamos que guardar los congelados en la nevera desenchufada porque no se puede aguantar más el atraco de las tarifa eléctrica. Ríete tú de las mafias de cualquier tipo, los de las eléctricas se llevan la palma superando a don Corleone y Pablo Escobar juntos; atención, pregunta, ¿puede dar más asco alguien que se forra a lo bestia sabiendo que su dinero (sucio) procede del sufrimiento y la penuria de millones de personas? Pregunta retórica obviamente.
Por mi parte decirles que mi cara está de color verde lechuga de Chernobyl, o acelgas de Fukushima, mi cerebro más lento que un puré de cemento cola, y el resto de mi cuerpo más dolorido que el de un runner sin sus jarabes de glucosa. Y es que desde hace unos días me mantengo en una equilibrada, nutritiva y sana dieta de relajantes musculares, para esa espalda a la que le da por ir a su bola y doler cuando a ella le sale del sacro y del iliaco, y de paracetamoles para aliviar los efecto de una covid, que tras más de dos años ignorándome ha decidido venir a visitarme por Sant Joan, y eso que no fui a Ciutadella.
Si fuera verdad eso de que «el cuerpo es el templo del alma», ahora mismo mi alma se siente como si estuviera viviendo en una caverna, y no en la de Platón precisamente, aunque si lo pienso, el hecho de que un ateo se ponga a hablar de almas debe ser fruto del virus. Además ya saben que de tener alma, la mía seria rojiblanca, amante del lúpulo y muy pesada con mi familia y amigos, que son los únicos parámetros en los que me siento cómodo; bueno, en esos tres y en mi amor incondicional por Menorca, a pesar de que últimamente este recibiendo los palos de un turismo termita que se nos ha ido de las manos. No sé si nuestra bella roca morirá de éxito o no, todo apunta a que sí, pero hasta que ese momento llegue, todo lo bueno es más divertido en nuestra isla, y todo lo malo se hace más llevadero, si eso no es amor ciego por el sitio en el que elegí vivir, ya me dirán ustedes.
Recupero el hilo, que si ya de normal me cuesta más centrarme que a los grandes medios de comunicación decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, imagínense ahora. Pues eso, que estoy para tirarme al contenedor de plástico, por toda la química que llevo encima, y salir de él cuando se recupere alguna conexión neuronal.
A pesar de todo, quise estar una semana más con ustedes por varios motivos: 1º A través de las letras no les puedo contagiar. 2º Escribir siempre es terapéutico. 3º A ver si quitan de una puñetera vez la vergonzante ley mordaza, otra promesa política al saco de su falta de moral. 4º Los muertos de la valla de Melilla deberían pesar sobre la conciencia de todos los políticos… ay, perdón, que no tienen. 5º Creo que los homófobos son terroristas contra la libertad, que cada cual viva como quiera, ¿tanto les cuesta entenderlo? sí, van muy justos de neuronas. 6º Lo del aborto en USA nos acerca un poco más al siglo XIX. 7º ¿Alguien ha estudiado los beneficios del lúpulo en la lucha contra los virus? Si es que no, ya están tardando. 8º No puedo dejar pasar una semana sin desearles un feliz jueves.
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