Llovió en el festival de Woodstock de 1969. Era la época de los hippies, de las barbas y melenas, de las flores en el pelo, de lo de no te preocupes si no tienes dinero, la gente en el río tiene y puede darte. En internet todavía se puede ver el Canto de la lluvia, cuando los jóvenes de entonces dijeron: «Unamos nuestras mentes y tal vez podamos parar la lluvia». Se pusieron a gritar: «No rain, no rain» –lluvia no- realizando casi una danza ritual, como las de las tribus primitivas que contaban el tiempo por lunas y que adoraban al sol y las estrellas. Resultado: quedaron todos empapados. Las nubes no les hicieron el menor caso. El dios de la lluvia tampoco. Y sin embargo, incluso entre gentes católicas se han realizado procesiones y penitencias para pedir la lluvia o el sol, o para evitar catástrofes naturales. Tampoco es que los elementos les hayan hecho mucho caso, pero ya se sabe que la fe mueve montañas. Hace muchos años Galileo Galilei dijo que la Tierra se movía en torno al Sol y tuvo que retractarse para no perder la vida. Y sin embargo se movía. A menudo la ciencia y las creencias están reñidas. ¿Qué hacemos entonces? Adoptar un aire escéptico es lo más inteligente. Lo que aún llaman «pasar de todo». Eppure si muove. Porque es más fácil hablar con la pared que con quien no quiere entender. Hola, ¿cómo estás? La pared no contesta. Pero tampoco amenaza con quemarnos en la hoguera.
Les coses senzilles
Tocar madera
27/06/22 3:59
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