Acaparar se define como adquirir y retener género en una cantidad superior a la normal. Y si es regalado, como los vales de consumo del Consell, aunque requiera luego de un gasto para hacer efectivo el descuento, mejor que mejor. El caso es hacer acopio de algo y aplicar el sálvese quien pueda.
Tuvo que llegar una pandemia para comprobar ese egoísmo innato en la compra irracional de productos en los supermercados, el papel higiénico fue objeto de deseo, eso nunca me acabó de encajar, una especie de ansiedad escrupulosa ligada a la amenaza de un virus mortal. Creo que aún sigue en estudio, el tema lo merece. Encaja en un comportamiento que sí está descrito para las nuevas tecnologías y por supuesto con siglas en inglés, el síndrome FOMO (de fear of missing out o temor a perderse algo). Es decir, si todo el mundo está comprando ese producto existirán motivos para ello, y de ahí lo de seguir al rebaño y embarcarnos todos en arrasar estanterías. Dicen que funciona sobre todo con las redes sociales, si te vas y los demás siguen en ellas, ¿qué se estará cociendo sin que lo sepas? Y el enganche continúa.
Con los vales de compra del Consell sucede algo parecido. La idea es buena, surgió en muchas ciudades precisamente para ayudar al comercio a salir de la crisis de la covid-19, estimular el consumo con esos descuentos, pero el mecanismo de apuntarse a todo porque sí, ese temor a que el vecino obtenga los vales y tú te quedes sin ellos, aunque sea solo para meterlos en un cajón, ha hecho que la iniciativa no sea todo lo exitosa que debiera ser. En las dos ediciones ha habido un 40 por ciento de vales que no se ha utilizado, otra persona podría haberlos disfrutado, pero eso qué importa, en menos de un día los 15.000 bonos volaron, se agotaron. Como si fuera el papel de váter de la primera ola de la pandemia, se hizo acopio y luego, ya veremos. Tras el verano llegará una nueva fase de la campaña, el Consell decidirá si añade el dinero sobrante y se comprobará si persiste el efecto oveja.