Hace años, cuando la gente viajaba y no solo se transportaba en tropel por el mundo, era bonito descubrir lo distintas y peculiares que eran las ciudades de otros países. En Europa, un mosaico de lenguas y culturas, eso no era nada difícil, tampoco lo era entre comunidades españolas, con un territorio rico y variado. Pero últimamente todo parece uniforme, sin citar marcas ni grandes cadenas, salir de compras en una calle comercial es parecido ya en Londres o Barcelona. Ahora se puede ir casi a todos los sitios, pero casi todos los sitios son iguales; la bendita y maldita –a partes iguales– globalización, que impulsa ese turismo planetario y accesible, también ha hecho que muchos destinos pierdan su personalidad.
Vía libre
Conservar la variedad
10/05/22 3:59
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