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El debate sobre la venta de viviendas a extranjeros no es nuevo, en Mallorca hace años que se discute cómo la demanda de los alemanes, principales compradores de primeras y segundas residencias, hace que suban los precios y progresivamente ese incremento expulsa a los oriundos de sus pueblos, también en el interior. Por algo los germanos se refieren a la isla vecina como el land 17, están, nunca mejor dicho, en su casa. Los extranjeros han adquirido 56.272 inmuebles en la última década en Balears, con alemanes y británicos a la cabeza y, en concreto en Menorca, los franceses y suizos también son un importante mercado de estos años más recientes. El sector inmobiliario lo corrobora, 2021 se cerró con un 27,6 por ciento de incremento de las ventas y el perfil del cliente es un inversor de fuera de la Isla con un nivel adquisitivo medio-alto. Buscan segundas residencias y fincas rústicas y su nivel medio es estratosférico si se compara con el nuestro, que no levanta cabeza, y menos para quienes intentan acceder a su primera vivienda. Lo demuestra el hecho de que muchos de estos compradores no necesitan pedir prestado al banco –la firma de hipotecas ha bajado–, y los que buscan financiación lo hacen por un importe más elevado.
Mientras tanto hay dificultades de los residentes no ya para comprar, sino para arrendar, la entidad Provivienda en Menorca califica la situación del alquiler como crítica y señala su excesiva temporalidad. En medio de esta complicada situación, Més aboga por limitar la venta de viviendas a extranjeros, algo que desde el Govern se ve muy complicado a nivel competencial. De eso va la Unión Europea, de la libre circulación de capitales incluido el derecho a la adquisición de inmuebles. Lo cierto es que antes de ver la paja en el ojo ajeno deberíamos ver la viga en el propio. Los que venden por precios suculentos casas ‘con carácter' aunque puede que se caigan a pedazos son los autóctonos. Negocios son negocios.