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El adjetivo cándido califica a una persona sencilla, sin malicia, astucia o picardía. Cándido o el optimismo es una novela de Voltaire, una sátira del optimismo de Leibniz según el cual todo sucede para bien y estamos en el mejor de los mundos posibles. Y según el diccionario de la Real Academia «inocente» es un adjetivo que significa cándido, sin malicia, fácil de engañar. Pero según el refranero: a los inocentes los mató Herodes. En Menorca el «día de los inocentes» no es el 28 de diciembre, sino el 1 de abril, siguiendo la tradición británica del «april fool's day». Ese día se llama también dia d'enganar, y se celebra en medio mundo a base de ridiculizar a nuestros conciudadanos entregando regalos absurdos y convidando a fiestas inexistentes. Es el «día de los tontos de abril» y hace referencia a los estadounidenses que tardaron en adoptar el calendario gregoriano en el siglo XVI y siguieron celebrando el año nuevo el día 1 de abril. En España y otras partes del mundo se celebra el día de los inocentes el día 28 de diciembre, conmemorando la matanza de niños menores de dos años en Belén, ordenada por el rey Herodes para deshacerse del niño Jesús de Nazaret. Ese día es tradicional gastar todo tipo de bromas, es un día dedicado al humor.

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Por cierto que el humor es una característica de los seres humanos, que somos capaces de mirar la naturaleza con distancia y sacar a relucir nuestra individualidad con humor. Los animales no tienen sentido del humor: no lo necesitan. Obedecen a sus instintos, que tienen muy desarrollados ya desde el momento de nacer, mientras que nosotros necesitamos toda nuestra vida para adquirir la cultura que nos permite progresar y convivir con los demás. Nosotros convertimos el instinto sexual en erotismo, el hambre en gastronomía y la defensa de la propia vida en estrategia militar, y como decía Cela a veces confundimos el culo con las témporas. Yo creo que el humor es también un arma de defensa y ataque, algo que nos ayuda a vivir y a superar las mayores dificultades. Creo que el humor quita el estrés, el nerviosismo ante lo desconocido, y nos ayuda a superar situaciones límite. Si las guerras que han impedido que la humanidad progresara hasta metas insospechadas se hubieran transformado en competiciones humorísticas otro gallo nos cantara. Si nos tomáramos a risa las ofensas y las desgracias, si tuviéramos como norma el adagio que asegura que el mayor desprecio es no hacer aprecio, seríamos más sabios y prudentes.