¿Cómo lo llevan queridos lectores? Y la pregunta no es de cortesía, espero que lo lleven lo mejor posible dentro de lo que cabe, y sé que para muchos no cabe demasiado porque la cosa está más tensa que jugar al escondite inglés con las reglas de la serie coreana «El juego del calamar», donde si la muñeca diabólica que cuenta de espaldas se gira y tú estás en movimiento un francotirador te manda al otro barrio sin atisbo de emoción, ni duda. Y la pregunta va sobre todo dirigida a los que la perra vida no se lo está poniendo demasiado fácil, a los que lo han tenido regalado de cuna que les vaya dando, no les deseo nada malo, ni a ellos ni a nadie, pero demasiada alfombra roja tienen ya como para que yo gaste mi empatía con ellos.
Porque todos sabemos, o deberíamos saber, que el esfuerzo no es siempre sinónimo de conseguirlo, muchas personas se esfuerzan y se comen una mierda, y en cambio otros no mueven un dedo y les caen las cosas del cielo, normalmente del cielo del clasismo, y en ese cielo no hay más dios que el dinero. Y qué quieren que les diga, pero yo no juzgo a la gente por lo que produce, no reduzco a las personas a sus nóminas, a sus ingresos. Hay seres humanos que ingresan poca pasta y merecen mucho, pero mucho, la pena, porque aportan grandes cosas y en cambio otros que ingresan lo que no nos podemos imaginar, y sin embargo aportan menos cosas que Toni Cantó principios éticos, o son más inútiles que una nevera en el Polo Norte.
En esta sociedad neoliberal que come terreno a pasos agigantados a cualquier otra ideología, se ha instaurado un principio firme de individualismo, solo vale lo que tú consigas, cómo tú lo consigas y al precio que lo consigas, y eso les va de coña a los que manejan el cotarro. El individualismo radical nos hace más débiles, más vulnerables, por eso atacan a cualquier colectivo que se quiera organizar para defender sus derechos, por eso tiene esa obsesión con el feminismo, por ejemplo, porque es un movimiento colectivo y transversal que puede mover los cimientos sobres los que descansan los culos gordos de los explotadores. Y por eso también quieren culpabilizar a la persona por no llegar a las metas exigidas, eso les libera de modificar el sistema; es decir, si no llegas es por tu culpa, por vago o inútil, no porque el sistema esté corrompido hasta el tuétano y pensado para que siempre ganen los mismos. Jugada diabólica, jugada perfecta, en esa batalla cultural entre la solidaridad y el individualismo salvaje, los segundos están ganando por goleada.
Por eso no deberíamos cansarnos nunca de darle voz a los perdedores, para confrontar, para visualizar, para intentar nivelar balanzas, si no qué sentido tiene juntar letras en un artículo cada semana, y además juntarlas con la libertad del que no necesita hacerlo para vivir, si mi pan y el de mi familia dependiera de estos 3.500 caracteres seguramente la supervivencia le ganaría espacios a la honestidad, perdonen tanta sinceridad.
Y cierro con la recomendación de que no deben perderse la novela «Los cadáveres equivocados» del escritor menorquín Juan Luis Hernández Gomila. Si quieren una historia de perdedores contada desde el sincero sentimiento y que llega como la patada en el estópmago más poética que he leído últimamente, vayan ya a su librería más cercana a compralo. Sepan que no le voy a pedir al bueno de Juan Luis dinero, ni un porcentaje de las ventas, así que la honestidad de mis palabras esta garantizada. Feliz jueves.
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