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No hay hoy en día ningún animal terrestre que por tamaño y peso pueda compararse a la de algunos dinosaurios. En la actualidad sobre la tierra no hay animal más grande que el elefante.

Se han vertido mares de tinta intentando contestar a la pregunta de cómo desaparecieron los dinosaurios. Hasta hoy, el mundo científico, el mundo literario y el de la pura especulación, se han dejado querer por una teoría universal. Se trata del choque en la tierra de un meteoro ¡fascinante! Pero muy endeble, muy julioveriano ¿Dónde está ese gran meteoro? ¿Cómo endosarle efectos tan perversos? Si los efectos destructivos de un meteoro ocasionaron la masiva desaparición de los dinosaurios, lógico es pensar que de paso acabaría también sobre cualquier otro ser vivo de menores proporciones;    no es una opinión banal decir que a la vez la vida desaparecería de la    faz de la tierra. De manera, que dándole vueltas a este asunto, siempre creí que otra tuvo que ser la causa. No me cabe en la cabeza que un meteoro tuviera causas selectivas eliminando sólo los dinosauros, pero claro, a los científicos ya les venía a socorrer su orfandad de conocimientos sobre la desaparición de los gigantescos saurios. El atrevimiento indocumentado científicamente de que el culpable fue un meteoro, posiblemente con el tiempo haya sido aceptado como un clavo ardiendo donde la ciencia optó por agarrarse.

Hoy los virus y las bacterias abren nuevos caminos en torno a las grandes tragedias que han azotado al género humano. Conviene recordar lo que pasó con la llamada gripe española, que por cierto, ni era gripe ni era española, pero para lo que aquí interesa, sí que hay que decir, que aquel virus apareció sin saber cómo y desapareció dos años más tarde sin saber por qué, dejando tras de sí 50 millones de muertes.

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Hace unos meses una noticia fechada el 20 de septiembre del pasado año, decía que 300 elefantes murieron en Botswana por una bacteria. Unos días más tarde, las autoridades africanas informaron que por culpa de una bacteria habían muerto centenares de elefantes. Una nota de prensa, hace saber al mundo científico, que entre el 23 y 24 de septiembre    murieron en algunos países africanos centenares de elefantes, otra nota de prensa, afirma que en Botswana han muerto 280 elefantes, otra noticia anunciaba 330 elefantes muertos por culpa de una bacteria tóxica.

Noticias en sus guarismos definitivos un tanto confusos, pero obviando el número de elefantes muertos por una «cosa» microscópica, los hechos me dan escalofríos cuando recuerdo que por esas fechas, una bacteria de quirófano me llevó a ser operado de nuevo urgentemente cuando no hacía ni siquiera dos días que me habían operado con una cirugía muy compleja. Aquella bacteria estuvo a punto de costarme la vida ¿Por qué no pudieron desaparecer los dinosaurios por una bacteria o un virus, si un virus mató 50 millones de personas en el mundo? Que yo sepa jamás hubo en este planeta 50 millones de dinosaurios.

Dándole vueltas a la letalidad de virus y bacterias, hoy me creo mi propia teoría de que a los dinosaurios los eliminó una bacteria o un virus, lo del meteorito me pilla desubicado, muy a contrapié, vamos, que no lo veo.  Sin embargo, viendo como las gastan las bacterias y los virus, no me supone fatiga tirar por ese camino, pero después de saber lo de los elefantes africanos, mis dudas se me hacen razonables, y más aún, cuando Stephen Hawking nos dejó dicho que el mundo no iba a desaparecer por un meteorito sino por un virus.