Creo que el refrán es: «De fuera vendrá quien de casa nos echará». Es lo que piensan algunos menorquines este año, con la llegada masiva de turistas y el hecho de que la isla se haya puesto más o menos de moda. Ristras interminables de coches en la carretera, siempre insuficiente (los barcos vienen vomitando unos quinientos coches al día); masificación de las playas vírgenes cuyos aparcamientos ya están llenos a las ocho de la mañana; colas interminables en los restaurantes que tienen que ganarse el sustento en dos meses de verano y superar la inactividad del invierno; secuelas de la pandemia que ha hecho desertar a los turistas ingleses, siempre refugiados en hoteles y piscinas, en pro de turistas nacionales, europeos que recorren la isla palmo a palmo y compran pescado, queso o sobrasada y disparan los precios; personajes de moda con millones de «me gusta» en las redes sociales que son los héroes del momento; subida de precios de las «villas» de lujo; profusión de hotelitos en los barrios antiguos de las ciudades; auto-caravanas que acampan donde está prohibido acampar; vecinos que se pasan la noche gritando y cantando y el día durmiendo; jovencitos y jovencitas que están convencidos de que son inmunes al Covid-19 y que no deixen res per verd; ocupación de la isla ocho veces superior a su capacidad; oiga, usted, ¿dónde está Cala en Brut?; Houser and Wirth, galería de arte solo para los ojos de bolsillos privilegiados; etc.
Les coses senzilles
Mentido paraíso
30/08/21 0:45
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