Algún vecino tuvo la oportuna determinación de dar aviso a la Policía Local de Ciutadella y los agentes que acudieron de inmediato acabaron evitando una trifulca que podía haber acarreado consecuencias dramáticas.
Ocurrió durante la tarde del miércoles en la zona de Sa Coma, en una calle poco transitada, en la que un grupo de unos 15 adolescentes se habían citado para agredirse y ajustar cuentas después de haberse insultado y retado a través de las redes sociales. Algunos, cuando advirtieron la llegada de los agentes, dijeron que no iban en serio. Pero otros habían acudido con cuchillos de 20 centímetros de hoja. Quién sabe lo que habría sucedido de no ser por la presencia policial.
Este mes de julio ha trascendido el asesinato de Samuel, de 24 años, en A Coruña tras una brutal paliza de otros 12 jóvenes que se ha relacionado con un delito de odio por su orientación sexual. El domingo, otra pandilla de desalmados envió al hospital a un menor en Ceuta tras agredirle y apuñalarle. Y otro joven, de 23 años, está en coma inducido en Bizcaia por la paliza que le dieron otros ocho muchachos, entre ellos, cinco menores de edad en Amorebieta el pasado fin de semana.
Son todos episodios que causan pánico por las consecuencias que han tenido. Supone una vergüenza comprobar los límites de la especie humana hasta provocar estallidos de agresividad que desprecian la vida, incluso grabando las agresiones en las que se escuchan consignas para matar a la víctima.
Se trata de una banalización de la violencia que empodera falsamente a los macarras, líderes de estos grupos de jóvenes y adolescentes con la personalidad aún por definir, sin considerar que todos los actos tienen consecuencias.
Algo falla en la sociedad para alcanzar estas conductas que no encuentran justificaciones, porque no las hay, más que una educación lamentable.