En el supuesto de que haya un Dios que examine nuestro comportamiento en el curso de la existencia todo parece indicar que aprobar o suspender guardará relación con no matar, no mentir, no robar, no vejar…, en fin las acciones calificadas como punibles por cualquier persona en cualquier parte, en el espacio y en el tiempo, pero Dios tendrá asimismo en cuenta a la persona porque mientras a unas les enseñan a guardar éstos, llamémosles, mandamientos a otras les enseñan todo lo contrario, por ejemplo el hijo de un ladrón y el hijo de un señor altruista que socorre al necesitado o nacer en Sodoma o Gomorra o en una comunidad situada en las antípodas de estas libidinosas y por otra parte atractivas capitales, son mimbres que conforman nuestras dispares personalidades. También valorará todos los nudos psicológicos que lamentablemente se originan en la infancia y en la adolescencia a desliar en el curso de la vida porque mientras unos tienen diez, otros tienen cinco y otros sólo uno, o sea la diferencia entre unas personas y otras es evidente. Inciden un rosario de circunstancias distintas en el ser humano que deben tenerse en cuenta a la hora de emitir un veredicto si se quiere ser objetivo. En fin que Dios no sería justo e imparcial si sólo evaluara la consecución de los llamados mandamientos, de donde se infiere que aprobar o suspender por un sentido de justicia terrenal y universal corresponderá aproximadamente: un cincuenta por ciento a los mandamientos y el otro cincuenta a la personalización.
Primer lunes
La personalización
05/04/21 0:29
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