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Tengo dudas sobre ese «raro» trasiego de Pablo Iglesias de dejar, como si eso fuera cualquier cosa, nada más ni nada menos, que la Vicepresidencia del Gobierno de España para ir a «jugarse» la utópica Presidencia de la Autonomía de Madrid. No veo al Sr. Iglesias como deshacedor de presidencias a su mejor entender como de derechas cerriles, más cercanas a la tropelía administrativa que otra cosa. Menos me cuadra aún, que Iglesias avisara de su arriesgada apuesta unos minutos antes de que la noticia convulsionara el ya de por sí convulsionado patio político.

Por un lado la moción de censura de Murcia, con tres presuntos tránsfugas, que no sé por qué, todo ello me recuerda tanto al «tamallazo». El anuncio también sorprendente de la Sra. Ayuso de ir en plena pandemia, con lo mirada que es ella para estas cosas, a convocar elecciones para la Comunidad de Madrid. Un riesgo supongo calculado por sus asesores, que a lo mejor la han advertido de todo menos de que las elecciones las carga el diablo. Además me barrunto que la decisión de la Presidenta de Madrid, se precipitó al saber lo que estaba a punto de suceder en Murcia, lo que me viene a confirmar que aquí el que no corre vuela a la hora no de estar pendiente de la ciudadanía, si no más en puridad, de estar atentos a no perder lo que desde hace un tiempo viene en llamarse la gobernanza.

Pero volviendo por el camino que traía ¿a ustedes les cuadra que el presidente de un gobierno se enterase de que su vicepresidente abandonara el barco cuando estaba a punto de darse el protocolario codazo con el presidente francés señor Macron? Ni que nuestro presidente y vicepresidente se vieran de pascuas a ramos (y no lo digo por la fecha).

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Tampoco me parece de una meditada singladura ir tan a calzón quitado sin haber cotejado previamente cuál sería la postura de Íñigo Errejón en la utópica empresa de enfrentarse en las urnas con Isabel Díaz Ayuso porque no es solo cuestión de cotejar los pros y los contras, está también el hecho de hacer «un pan como unas tortas». En algún periódico se califica el asunto de haber hecho el ridículo y que Errejón le ha dado a Iglesias unas calabazas así de grandes. Alguien dejó dicho que en política se puede hacer de todo menos el ridículo.

Una circunstancia que tiene sus raíces en la salida de la vicepresidencia del Gobierno de Pablo Iglesias ha sido el pie en pared de la Ministra que ha pasado de la tercera vicepresidencia a la segunda.

Algunos politólogos creen que a Pablo Iglesias alguien le enseñó la puerta de salida, lo dicen para que la sorpresa sea más asumible, porque encajar lo que se dice encajar, lo hacen mal, cuando al presidente del Gobierno le puede pasar lo que le pasaba a Felipe González, que se enteraba de los acontecimientos por la prensa, y esto ya se demostró que es lo peor que le podía pasar a un presidente del Gobierno, sobre todo cuando la ciudadanía no ignora que este vive rodeado de asesores, que se les supone que su mejor hacer estriba en asesorar con exigible diligencia, porque si no ¿para qué sirven?

Pablo Iglesias haría bien en cribar con cedazo fino esos mensajes que le llegan de la valiente decisión que ha tomado, y que si patatín y que si patatán, hasta el final todo es toro, porque el que se puede dar un soberbio batacazo es él y no los «pagafantas» que no se juegan nada en este arriesgado envite de darle coraje gratuitamente.