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En el lejano Oeste se reconocían las recompensas y no importaba tanto si lo que la motivaba estaba vivo o muerto. Aquí, en esta alejada isla, la administración no recompensa el esfuerzo de los ciudadanos responsables, ni tampoco el de los empresarios, la mayoría todavía vivos, pero que pueden ver muertos sus negocios en poco tiempo.

Lo comenta hoy la secretaria general de PIME-Menorca, María García. Una red «artificial» tejida con ertes e icos, sustenta una economía anestesiada por el virus. La bofetada de la nueva normalidad se escuchará incluso en los despachos más elevados. El hilo que nos aguanta se tensa cada día que pasa. Por eso es tan urgente permitir a la economía que resucite. Y por eso no se comprenden las medidas restrictivas hasta el 11 de abril o quizás hasta el 9 de mayo cuando finalice el estado de alarma.

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Lo más grave es que se decrete un cierre perimetral en todas las comunidades, menos las dos insulares, del 26 de marzo al 11 de abril, que impedirá a los peninsulares venir a Menorca durante la Semana Santa. Ni a los que tienen casa o barco en la Isla que son los que dieron un poco de vida a la mínima temporada turística de 2020. Si estuviéramos en la primera ola del virus podría entenderse, pero ahora, con la medida del control de acceso con PCR obligatorio, los motivos de salud por fin deberían ser compatibles con la economía. Y con más motivo con una vacunación, que está muy lejos de ser de rebaño, pero que con cada dosis reduce el riesgo de colapso de la sanidad por la covid.

Los ciudadanos y los empresarios, casi todos, cumplen. Los sanitarios, con la eficacia de las UVAC y del laboratorio, nos protegen. Los sistemas de control en los accesos con PCR y antígenos son una medida preventiva importante. Es evidente que la lucha contra el virus no ha terminado. Hay que mantener medidas y comportamientos preventivos, con mascarillas, distancias y en reuniones. Pero eso debería ser compatible con una imprescindible actividad económica.