Pronto se cumplirá un año desde que irrumpió esta pesadilla interminable a la que no advertimos un final razonablemente próximo. Transcurrido ese tiempo resulta descorazonador que en Menorca estemos en el peor momento de la pandemia, cuando en las etapas de mayor incidencia aquí habíamos logrado contener el avance del virus que en otros puntos del Archipiélago y del resto del territorio nacional se transformaba en una extensa relación de cadáveres.
La aparición de la ansiada vacuna todavía no despeja incógnitas, incluso para algunos las incrementa. El hecho de que más de un 40 por ciento del personal que trabaja en las residencias geriátricas haya optado por rechazarla eleva el grado de confusión entre quienes no lo tienen claro y dudan sobre aceptarla o denegarla cuando les llegue su turno. Falta saber dentro de unos días qué porcentaje de profesionales sanitarios y no sanitarios que están en primera línea de atención la consideran fundamental para su seguridad y la de sus allegados, en el segundo grupo de destinatarios del fármaco que acaba de comenzar.
Uno pretende ser optimista, por supuesto, aunque quizás no sea el mejor día para ello. Pero resulta que, además de lo expuesto, las vacunas no llegan en las fechas que se marcaron en un principio y que en Balears se acusa todavía más un retraso semanal periódico que el gobierno estatal, responsable de la distribución, no sabe explicar más que aludiendo a los efectos de Filomena o a ese abstracto recurrente de ‘causas logísticas' que atañen a las empresas farmacéuticas que las fabrican. Tampoco el Ejecutivo balear se hace oír lo suficiente para impedirlo.
En medio de la incertidumbre con la que convivimos, aumentan las restricciones paralelas a la subida de los contagios, como paso previo, quizás, a un nuevo confinamiento, única medida efectiva que, sin embargo, mata empleo y economía. Antes de incrementar la limitación de libertades sería más conveniente, cuanto menos, mejorar la gestión en la distribución de las vacunas y elevar el ritmo de su administración entre quienes la acepten.