No se asusten por el título. Se trata de un acrónimo y las siglas (cuyo significado ya no recuerdas) de un nuevo partido que, hace años, intentasteis virtualmente crear un grupo de amigos, a modo de broma…
- Se lo cuento…
Comenzasteis por el tejado. A saber: repartiendo cargos. En ese sentido, vuestra formación no se diferenciaba de las actuales… Salvo en un aspecto. Caca buscaría para cada cartera a un experto en la materia. Un experto real, que no inventado… De hecho vuestro ministro de Sanidad no hubiera sido jamás un profesor de Filosofía, por poner únicamente un ejemplo relevante… Así, José, un buen hombre, expresidente de un club de fútbol y hábil empresario, se mudaría en ministro de Hacienda; Juan, otro ser repleto de bonhomía y entendido en economía, en responsable de tal materia; Rafael, en eficaz responsable de Asuntos Sociales, Gaspar, en máximo artífice de Obras Públicas y tú –si los otros te dejaban- en asesor del Gabinete de Educación… Vuestras reuniones se efectuaban en la Penya del Barça, algo que -esperas- no molestase a tu padre, fiel seguidor de los merengues… Un espléndido lugar en el que os seguís reencontrando a pesar del naufragio de vuestro proyecto, movidos por la calidez del local, el buen hacer de Vanessa, Marina y Rocío y por el ambiente a hogar que se respira en su interior… En esa Penya, el ministro de Hacienda tuvo a bien explicarte algunas cosas relacionadas con el fútbol, deporte que no te apasiona, a pesar de considerarte madridista por mera empatía con Lluís, tu progenitor. Bonet te explicó, con una paciencia inenarrable, por ejemplo, quién era y qué función tenía ese señor de negro con un silbato y te clarificó que el VAR no era un BAR… Tuvo a bien aclararte, igualmente, en qué consistía un fuera de juego y que ese enorme círculo central sobre el terreno no se había dibujado con un enorme compás…
Entrasteis luego en el programa. Primer punto: seríais honrados y os autofinanciaríais. Así que calculasteis de cuánto disponíais y os percatasteis de que os daba para pinturas, un paquete de folios, una pancarta y 24 fotocopias… «¡En fin, algo es algo!» -dijo un primer simpatizante, al escucharos-.
Acordasteis, también, que no existiría disciplina de partido y que garantizaríais, permanentemente, el voto en conciencia… Aunque eso representara la autodestrucción…
Los puntos del esqueleto ideológico iban surgiendo raudos, pero con una velocidad moderada, plácida, mientras una luz suave, sedante, pugnaba por entrar en el bar convertido en paritorio… Emilio –quien ostentaría Educación-, tras regalaros un neologismo, «prestibilidad» (amabilidad, predisposición benigna a aceptar opiniones contrarias) creyó oportuno manifestar que, en cuestiones lingüísticas, jamás restaríais y que era del todo preciso inculcar a la ciudadanía que las lenguas no se pelean, sino más bien los hombres, utilizándolas…
Vuestras prioridades quedaron, por otra parte, claras: Sanidad, Educación objetiva, Tercera Edad, Dependencia e Investigación…
Por ende, cierto día, os dio por conjugar al unísono, como si de un coro se tratara, el verbo dimitir y jurasteis/prometisteis estar dispuestos a hacerlo, si se terciara. Soterraríais la memoria histórica, esa que se redujo ayer a un cincuenta por ciento y, hoy, al otro, porque la mayoría de vosotros estaba ya hasta los kinders de esa guerra que perdisteis todos y que, sin embargo, pervive generacionalmente por el odio heredado y visceralmente transmitido…
- ¿Y los sueldos?
- Se tenía que ser ejemplar. Y en ese momento lo cifrasteis en unos dos mil euracos. Curiosamente, no hubo deserciones…
Bastó poco tiempo para comprender que en esta España inmutable, vuestro partido no tenía cabida. Pero, sin embargo, cuando os reunís hoy, transcurrida una década de esa broma, y viendo la que os está cayendo, políticamente hablando, pensáis que Caca, y a pesar de su nombre, no estaba, a la postre, tan mal y que, incluso, olía bien, porque olía a gloria…