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Estamos preocupados por la irrupción creciente de la Inteligencia Artificial. Hay visiones apocalípticas que nos dicen que seremos controlados por las máquinas. Como pasa ahora, pero a lo bestia. La criatura que se revuelve contra su creador. Un Frankenstein que nadie es capaz de dominar y que toma decisiones que nos perjudican. Robots-soldado que atacan según una programación que desconocemos. Una vez programados, ya no podemos desactivarlos. Máquinas que realizan un trabajo que dejan de hacer los humanos. Cirugía, vigilancia, cocina o enseñanza… son muy versátiles las maquinitas. Porque nos domina la razón instrumental. Esa que solo piensa en conseguir los objetivos de la manera más eficaz posible, sin meterse en grandes disquisiciones morales. Podemos proponernos cualquier fin y, más pronto que tarde, encontraremos cualquier medio. Todo tangible, visible y divisible. Nos creemos tan listos que llegaremos a autodestruirnos como especie. Olvidamos la conciencia de nuestra fragilidad.

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Hemos evolucionado tanto que hemos alcanzado las más altas cotas de estupidez artificial. Mucho más sofisticada que la tontería de toda la vida. La tecnología nos permite usar la tele, las redes sociales y una gran cantidad de medios de comunicación para pensar por nosotros y tenernos entretenidos. La inteligencia es demasiado elitista y la ignorancia sumamente populista. En la sociedad del mañana, ¿quién obtendrá la mayoría?