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Ya lo dice la palabra: presidente es el que preside un ente. Por ejemplo, el ente público Radiotelevisión Española. Pero hay montones de entes. Por lo tanto, hay presidentes de todo tipo. Suele ser un cargo provisional, aunque algunos se aferran como lapas al sillón. Cargo se parece a carga. Presidir también cansa y vicepresidir, un poco menos. Presidentes de clubes de fútbol, de consejos de administración, de comunidades de vecinos o de la primera potencia mundial, como Trump y, ahora, Joe Biden. La verdad es que EEUU no se merecía un tipo tan maleducado como presidente. Daba mala imagen del mundo. La alternancia es consustancial a la democracia y una medida saludable para que no se acumule la corrupción bajo las alfombras. Un presidente siempre está de paso, como el resto de los mortales.

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Los hay ególatras como Trump o Sánchez. Aunque yo a Pedro lo veo cada vez más Maduro. O prudentes y humildes, como la presidenta de Alemania (y Europa, de facto) Ángela Merkel. En las democracias, los elige la gente por votación. De ahí que las campañas de marketing electoral sean cada vez más decisivas para acceder al cargo. Nuestro presidente se puso en manos de Iván y le salió Redondo. Pero bueno, una cosa es que te nombren y otra diferente, gobernar. Eso ya es más complicado. Si para estar ahí un rato más, tienes que vender tu país a cambio de unos votos, háztelo mirar. Claro que no hay sanchismo-leninismo que cien años dure.