Hay hojas perennes y caducas. Todo lo caduco cae y se renueva durante el tiempo otoñal. La primavera es una promesa cíclica de resurrección. Las hojas de los árboles tienen mes de caducidad. Se avecinan tormentas. Son cosas del tiempo. Todos somos un poco hombres y mujeres del tiempo y ya sabemos que el tempus fugit. Parece que va a llover. Bajarán las temperaturas. Subirán los impuestos. Crecerá la división, al tiempo que se multiplican los contagios. Menorca suena a refugio porque siempre es más fácil aislar una isla. Los bancos se funden, bueno, se fusionan. Está caliente la sociedad, casi febril.
Parece que Sánchez colocó a su amigo Carnicero con un altísimo sueldo y un cargo rimbombante: Dirección General de Agenda Urbana y Arquitectura. El amigo saca un informe plagiado con un montón de faltas de ortografía, pero no pasa nada. Nos da igual la corrección política y la ortográfica. Todo es ideología. Hoy cuenta, sobre todo, seguir de manera acrítica al amado líder. Zapatero, Monedero o Carnicero, no esperemos lumbreras. La mediocridad triunfa y se expande. ¿Por qué será? Mientras un enemigo microscópico lo ha cambiado todo, destrozando hábitos y rutinas ancestrales, hay problemas macroscópicos que amenazan la habitabilidad del planeta. Pero volvamos al otoño. Esa estación que rima con taco. Si encontramos a nuestro alrededor muchas cosas caducas, intentemos que nuestra esperanza en el futuro sea perenne.