Todo un ejercicio de nostalgia supone echar la vista atrás y asumir que han pasado ya casi 34 años desde que la Isla disfrutara de una de las mejores ofertas de ocio que ha tenido nunca. Fue en el bien llamado deporte rey, el fútbol, en el que surgió un equipo de leyenda, el Sporting Mahonés, que deleitó a la afición aquella campaña en la que obtendría el ascenso a la Segunda División B como campeón de Balears.
Fueron aquellos jugadores dignos herederos de las mejores formaciones históricas de la Unión Deportiva Mahón o el Menorca, aunque el fútbol que llegaron a plasmar sobre la alfombra verde del campo Municipal de Maó los Engonga y compañía difícilmente ha encontrado parangón en la Isla.
Viene a colación esta referencia por la sucesión inusual de fatalidades que entristecen al sportinguismo y a cuantos disfrutaron de aquella época dorada del balompié insular. En menos de dos años han fallecido hasta cuatro jugadores, todavía jóvenes, integrantes o relacionados con aquel equipo que coronó el motivo de su fundación con el espectacular ascenso, y los seis años posteriores en los que perteneció a la categoría del bronce español.
Lluís Viroll y Adriano Marín, Pazos y Lolo Lorente han abandonado el mundo terrenal de forma muy prematura. A los cuatro les une un pasado sportinguista que marcó sus trayectorias deportivas profesionales o semiprofesionales, según cada caso.
El último óbito ocurrido la pasada semana corresponde al del delantero madrileño, Manuel Lorente Souto. No era especialmente talentoso, pero sí buen goleador y un ejemplo de compromiso y actitud. Como sus tres compañeros, dejó una magnífica huella entre la afición.
Sirva al menos su fatídica desaparición para recordar aquel equipo que merecería un homenaje de su club y de los seguidores insulares por lo que aportó en su día cuando el fútbol ocupaba en la Isla un lugar de privilegio lamentablemente perdido.