Tomo prestada la expresión de Yanis Varoufakis, quien titula así el libro escrito en 2016 sobre su breve e intensa experiencia como ministro de finanzas griego de Syriza, la versión griega de Podemos. Luego, el año pasado, Costa-Gravas lo ha llevado al cine (»Comportarse como adultos») con discreta fortuna, según he comprobado recientemente.
Varoufakis es un tipo preparado, de comunicación directa e imagen de rebeldía que le dotaba de simpatía a cuantos la conciencia mediterránea nos une en el recelo hacia una Unión Europea en la que manda el capital por encima de cualquier otro factor. El exministro heleno se enfrentó a la Troika, ese triunvirato que forman el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, porque su receta de préstamo de dinero era un bucle que sumía a Grecia en una mayor recesión, el potencial ahorro que obtendría eran los intereses que debía abonar a los bancos alemanes, que eran los prestatarios.
Tsipras, el jefe del gobierno, convocó un referéndum para que el pueblo, el viejo demos, respaldara el desafío a la Troika. Y ganó. Grecia, que antes había fundido sus recursos con políticas de país de jauja, dijo no a las condiciones del rescate. Pero aquel dirigente que nunca usó la corbata, envalentonado por tener tras sí a todo un pueblo, claudicó a continuación sin remedio ante Angela Merkel. Entre otras medidas hubo de rebajar las pensiones un 30 por ciento. Le salió caro el desafío, en las siguientes elecciones la derecha barrió en las urnas a la izquierda radical.
¿Por qué he pensado en la aventura política de Varoufakis? Porque su libro tiene dimensión de manual y quizás porque, como decía Karl Marx, la historia ocurre una primera vez como tragedia y se repite como farsa y aquí da la impresión de que estamos preparando el escenario para la representación.