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No sé si pintar la calzada de colorines es una de las medidas de reactivación programada para el Portus Magonis. Resulta vistosa y polémica, como todo aquello que supone cambios en la inercia decadente de un lugar que ocupa más espacio en revistas, publicaciones y folletos turísticos que en la vida ciudadana.

La reactivación debe llegar primero por la parte industrial con estímulos para la actividad en vez de cargas como las impuestas en las condiciones del concurso del varadero del Cós Nou. En las últimas bases se decía que el refuerzo y consolidación de la plataforma, entre tres y cinco millones de euros, iría a cargo del potencial adjudicatario, al que, en esas condiciones, todavía se le espera.

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El transporte marítimo mantiene la conexión con Barcelona, reanimada con la entrada del grupo Armas en Trasmediterránea, pero no hay nada más a la vista, la experiencia de Corsica Ferris que abrió una ruta con Toulon ha mudado de puerto. Los cruceros ya no son bienvenidos, de modo que, al margen de la coyuntura pandémica, han huido o van espaciando escalas.

Cala Figuera lleva más de cuatro año esperando algo más que un concurso de ideas, que se resolvió en su día, hoy el solar sigue como un solar. El segundo ascensor ha necesitado cinco años y todavía no rula, las demoras en determinada obra pública no tienen excusa ni explicación, tampoco crítica en una sociedad narcotizada por el poc a poc.

Caminar hacia la peatonización en el muelle de ribera es buen enfoque, pero hay suficiente jurisprudencia para saber que antes ha de consultarse y debatir lo necesario hasta alcanzar un acuerdo con amplio respaldo político, vecinal y popular. Y acotar las restricciones al horario vespertino. Durante el día, dado el ritmo al tran-tran que hay, este año en particular, mejor no tocarlo ,¿no? ¿Para qué?