El día a día, para la mayoría, no es fácil. Estamos rodeados de responsabilidades que nos condicionan en la vida. Éstas pueden ser voluntarias, porque eres tú quien las eliges, impuestas, cuando no te queda otro remedio que obligatoriamente asumirlas, o inesperadas, cuando el camino te pone en una situación en la que te ves casi con la obligación de dar un paso al frente. La vida es fácil y en realidad somos nosotros los que, en la mayoría de ocasiones, nos la complicamos. La sazonamos al gusto, pero todas las responsabilidades coinciden en el hecho de que exigen un compromiso.
Tener una existencia plana, libre de quehaceres y con todo el tiempo que quieras para tus cosas y para ti, es el sueño de muchos, mayormente los mismos a los que les encantaría no tener que trabajar y vivir del cuento, o del Ministerio, o del cargo. Lo entiendo porque ese enfoque existencialista va ligado en la forma en la que nos hemos formado como personas. Es verdad que vivir exento de curro puede resultar atractivo, pero también aburrido y falto de motivación.
En mi caso, no imagino el mismo ímpetu y ganas de hacer cosas que tengo en un día o un rato libre que el que tendría viviendo sin complicaciones. Me gusta pensar que son precisamente esas obligaciones las que hacen que valoremos más una tarde sin trabajo o un domingo de playa.
Yo no llevo una vida cómoda en ese sentido. Tengo más obligaciones voluntarias que impuestas, pequeños marrones que he asumido porque he querido pero que a la vez han sido inesperados porque la vida, el cosmos, el universo o el horóscopo, quién sabe, me los ha puesto delante y no he querido ni podido negarme. Alguno me hace más gracia que otro y entre la lista te diría que alguno no ha salido como esperaba, pero la verdad es que asumir ese grado de compromiso tanto a nivel laboral como de ocio me sirve, me ha servido y me servirá para forjar el carácter. También, para mí, he reinventado el concepto de ‘difícil' y, por ende, es más complicado que me rinda.
Puede que al asumir tantas cosas mi tiempo –el bien más preciado que tenemos en este breve paso por el planeta que llamamos existencia- se vea repartido, invertido o rebajado pero la sensación que me deja es buena. Puede que tenga demasiadas responsabilidades, sí, pero te aseguro que tengo la vida que quiero, hago lo que quiero y me siento bien haciéndolo.
Cada responsabilidad viene ligada con el compromiso, pero también con la satisfacción cuando consigues aquello que te propones. Y esa sensación tan adictiva no la va a experimentar el que opta por esquivar marrones. Te la recomiendo.
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