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¿Cómo están queridos lectores? Es increíble la rapidez con la que hemos pasado de ser ciudadanos, con muchos cepos a la libertad pero ciudadanos, a supervivientes. Parece que si todo sigue bien, ahora hay que ponerlo todo en condicional, en pocos días entraremos en eso que llaman «la nueva normalidad». El concepto no me gusta, si algo es «nuevo» por definición no puede ser «normal». Creo que los griegos, benditos hijos de Platón, han elegido mejor el termino llamándolo «nueva cotidianidad». Son nuevos protocolos sociales, nuevas formas de comportamiento que nadie sabe si serán temporales, o han venido para quedarse.

Tranquilos no usaré la mierda esa de los gurús de la autoayuda diciendo que toda crisis es una oportunidad, menuda parida. Una crisis es una oportunidad siempre y cuando tengas el dinero suficiente para vivir con dignidad. Si la crisis supone que pasas a estar en la indigencia entonces no es una oportunidad, eso es un drama enorme, y ya está. Cuánto daño hacen los influencers, o aspirantes a serlo, que cuelgan fotos en Instagram con los pies en la playa diciendo que le sonrías a la vida. Y si la vida te ha dado un mordisco en toda la cara ¿qué haces?, ¿le pones la otra mejilla, o te relevas con toda la rabia para que no te de mas?, dicho queda.

Creo que sería muy ofensivo para toda la gente que lo está pasando muy chungo en las grandes ciudades mostrar en las redes las playas de nuestra Menorca desiertas en junio, o contar que nos hemos bañado solitos en cualquiera de los rincones paradisíacos que tiene nuestra mágica isla. Además, no olvidemos que la hostia económica va ha ser épica, y muchos menorquines ya tienen que acudir a los bancos de alimentos. Vaya, resulta que en el paraíso también hay gente que lo pasa mal. No lo duden, mientras Adán y Eva se daban la gran vida seguro que había alguien regando y podando el puñetero manzano, pero ya saben, los secundarios nunca salen en la película de la Historia.

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Por lo demás les confieso que vivo en un mar de dudas, de hecho tengo un huevo de preguntas y ninguna respuesta. Siento no tenerlo tan claro como Miguel Bosé que nos ilustra en Twitter, con una visión preclara y bien documentada, afirmando que todo este pifostio que tenemos montados es obra de una conspiración de nano robots insertados en vacunas por obra y gracia de Bill Gates y la tecnología 5G. Miguel Bosé, de triste recuerdo en nuestra isla, (como ya dijimos hace tiempo vino con la voz cascada y se marcó un concierto penoso y exprés en Maó), estaba mucho más guapo cuando jugaba a ser don diablo, parece que hace tiempo que le golpeó alguno anillo de Saturno en la cabeza.

A lo mejor es que estamos esperando el fin de la pandemia con la misma ansia que esperaban los fans de la serie «Perdidos» su desenlace, y tal vez el final, por confuso, será aún más decepcionante que el de la propia serie. Creo que no nos vamos a enterar muy bien de lo que ha pasado, y se nos quedará la misma cara de pasmao barra desorientado que a Rocky Balboa cuando le llovían puñetazos de Iván Drago en la peli «Rocky IV».

No tengo certezas, pero tengo deseos: ojalá que la esperanza, tan escurridiza y frágil, no se deje amedrentar por el uso obligatorio de la mascarilla y nos deje una rendija para seguir soñando. Oye, si la piza con piña triunfó, porqué no vamos nosotros a superar esta situación. Nos vemos por la Isla y, aunque sea a distancia, brindaremos por lo que ustedes quieran con un par de cañas bien fresquistas. Feliz jueves de resistencia.