Al pan, pan y al vino, vino. A la sal, sal y al queso, queso. El gobierno Sánchez se formó uniendo votos de una amalgama de partidos de extrema izquierda e independentistas, cada uno con sus propios objetivos. Condicionando a un presidente narcisista y ambicioso, con tics autoritarios disfrazados de bellas palabras, Podemos se comió a Izquierda Unida y al PSOE. Triunfa la política sectaria, mientras atravesamos un estado de alarma a causa de un virus. Un aspecto inquietante es la merma progresiva de libertades y un intervencionismo creciente. Lo fácil es cerrar los ojos y negar la evidencia. Estamos demasiado acobardados y absortos en nuestros problemas y en un futuro precario. Nos hemos dejado atrapar por el burdo esquema de dividir al país en dos bandos. Y los errores se pagan.