El vídeo no es nada nuevo. Un grupo de soldados en alguna selva, en círculo, y en el centro un chimpancé. Uno de los genios armados decide cederle su ametralladora al animal, quien empieza a bailar y a agitar el arma para cachondeo del personal. En un momento dado el simio acciona el gatillo y las risas se apagan mientras, literalmente, los soldados huyen para salvar su vida. Al principio puede que hiciese gracia, pero a la hora de la verdad, no. Imagino que es un video fake, casi todo lo que recibimos hoy en día lo es.
Si le das el futuro de las empresas a alguien sin experiencia o con poco bagaje para que experimente, puede que al principio te provoque, como mínimo, curiosidad, pero lo probable es que luego acabe desatando una desgracia. Y lo que antes nos hacía llorar de risa, ahora lo haga de rabia, de impotencia o de frustración.
Tengo la convicción de que para tomar las decisiones de la forma más encaminada –que no quiero decir acertada porque los criterios son variables- lo mejor es pasar por la empatía. Por ejemplo, para revocar algo tan importante como una reforma laboral deberías haber sido empresario, ponerte en la piel de aquellos que a cada día que pasa ven el futuro más negro y que, a diferencia de lo que piensa cierta caspa –la versión progre de la casta- piensan más de lo que se cree en sus trabajadores.
Cuando le das una ametralladora a un chimpancé puede que, por ejemplo, acabe pactando con los etarras asesinos que son muy de las armas mientras joroba, de paso, al resto. Me indigna… Aunque la diferencia es que el simio no sabe lo que hace y otros actúan con alevosía.
Hay que cuidar del trabajador, es obvio, pero con un equilibrio que no crucifique al empresario, o empresaria, porque sino cuando todo esto pase no habrá trabajo al que volver. Y el empresario no debe asfixiar a su empleado. Y, en lugar de eso, encima se estimula el pasotismo anunciando a bombo y platillo ayudas para, entre otros, aquellos que hoy no tienen nada y que son los mismo que ayer no quisieron tener nada a conciencia y que mañana, muy probablemente, no tendrán nada. Salvo algún puesto de asesor en algún gobierno como director general de Tonterías y Unicornios. Como sea, al amparo del Estado. Hay una diferencia abismal entre la angustia del que no tiene nada y el oportunismo del que nunca ha querido tener nada.
A mí me enseñaron que si quería algo debía ganármelo, que debía esforzarme para valorar lo que se consigue, para valorar lo que se tiene y para valorar, todavía más, lo que se pierde. Hemos fallado en valores creando falsas expectativas y, lo que es peor, dándoles respuesta como si de un cheque en blanco se tratara. Y los sueldos públicos los pagan los que trabajan.
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