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Señor presidente, me hago cargo de las tribulaciones que marcan sus días y de la presión que soporta por unas circunstancias sobrevenidas de las que no es responsable. Sí lo es de la falta de diligencia y de las decisiones que ha ido tomando, atinadas algunas y desacertadas las más.

No han picado el anzuelo las otras fuerzas políticas de un pacto de reconstrucción nacional, no porque no sea una buena idea sino porque han adivinado intenciones aviesas de diluir entre todos la responsabilidad de una mala gestión personal que, vaya por Dios, ha llegado hasta los tribunales. Otro engorro.

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A falta de pacto nacional -un valor muy rebajado ahora en España- se ha decantado por una mesa para la reconstrucción. La idea es buena, sin duda, si se pone en manos de expertos y se opta por un perfil tecnócrata como han hecho en Italia, país con el que hemos compartido penuria humana y estadística mortal.

Al frente de la reconstrucción económica han propuesto allí a Vittorio Colao, quizás le suene, es un empresario de buena formación y trayectoria internacional exitosa, aunque será el Parlamento quien decida finalmente, como en otros países europeos, los técnicos cualificados que elaborarán la agenda para la salida de la crisis económica, que asusta ya más que la sanitaria. En todo caso, han trazado una línea distinta, la que da prioridad al conocimiento sobre viejas militancias y adhesiones políticas.

Aquí hemos conocido que será Patxi López, acompañado de un fan de la revolución bolivariana, quienes lideren la reconstrucción. Vuelve a errar, señor Sánchez. Sabe que se le va a juzgar no tanto por el mal balance de la crisis sanitaria como por su gestión de la salida de la crisis económica. La historia está llena de modelos en los que inspirarse y ninguno evoca el de la mesa de Patxi ni cualquier otro que anteponga ideología a economía.