Una muestra del nivel político de este país la ofrece el debate en torno a la aprobación hoy por el Congreso de otro alargue de 15 días del estado de alarma. A estas alturas ya importa poco prorrogar el arresto una vez que se ha suavizado con las salidas más o menos controladas y más o menos responsables a la calle.
El problema hoy y mañana es cómo salir del atolladero económico al que nos ha conducido quien maneja las riendas del Gobierno quien, por cierto, es un empleado del Estado con gran responsabilidad pero no el máximo responsable del mismo como nuestro presidente acostumbra a atribuirse en las comparecencias televisivas del pánico.
Más que esa declaración de alarma que permite al Gobierno restringir derechos constitucionales, asustan las orejas del lobo que se vislumbran en el horizonte. El Estado está gastando más de lo que tiene, lo que nos lleva a pedir dinero a coste de rescate, según Gay de Liébana, quien defiende un gobierno de tecnócratas para salir del atolladero.
Advierte que está en riesgo nuestra economía de mercado y el peligro de caer en la economía planificada. Suena raro en un país europeo del siglo XXI, pero parte del Ejecutivo defiende el sistema comunista y ha participado en la puesta en marcha de experimentos como la república bolivariana de bocazas inmaduros. «Seguid pensando que aquí no pasará nada porque así quedará menos para que pase».
Nos movemos estas semanas entre la recesión y la represión y la inestabilidad es terreno abonado para el zarpazo totalitario. Familias y empresas han hecho un esfuerzo para desapalancar deuda, por lo que el escenario económico todavía no es el peor, puede que haya recortes hasta en las pensiones, pero como dice nuestro economista lluïser es mejor depender de la troika europea que de la cartilla de racionamiento de Caracas.