Se habla de vuelta a la normalidad como quien regresa a casa después de una juerga. Algunos dudan de que la normalidad siga ahí, esperándonos, cuando volvamos a ella. Estamos en el terreno de la anormalidad absoluta, de lo distópico, lo kafkiano e incierto cual resultado de una quiniela o primitiva. Sin ser muy conscientes del tsunami que se acercaba imparable para arrasar con todo: crisis económica, climática, sanitaria y política… ¿Qué más nos puede pasar?
Claro que nos acostumbramos a todo y lo que antes era raro, pronto será habitual. Lo que era normal y corriente, ahora es exótico y problemático. A unos les preocupa caer enfermos, a otros quedarse sin empleo, a muchos la contaminación y degradación del planeta, a los más suspicaces la perversión de la democracia. La información es poder, dijo Bacon. El poder controla la información, piensan los que mandan. Se aprovecha lo excepcional para embaucar al personal y ver si cambiamos de régimen.
En el Estado borreguil, las mentiras, la propaganda, manipulación y todo lo que crea opinión pública, son una pieza clave. Las redes sociales son el campo de batalla incruento, sibilino, de los nuevos amos. Cada vez menos libres y más maniqueos. Más obedientes a la autoridad progresista llena de superioridad moral. Las palabras se utilizan para fines ocultos. La información circula por cauces rigurosamente controlados y lo saben todo de nosotros. La nueva normalidad se acerca.