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Hay cosas importantes y otras que solo sirven para entretener o aburrir a los ciudadanos, cada día más cansados de la falta de libertad. Lo importante es evitar un rebrote del virus, principalmente con una actitud responsable de los ciudadanos, un poco más libres, y afrontar con alguna garantía, con un plan común, la temible crisis que nos espera.

Pero estamos entretenidos o aburridos sobre si existe una estrategia del Gobierno para evitar las críticas. Anecdótico. ¿Alguien puede imaginarse que en la sociedad actual es posible impedir que se critique a quien manda? Sánchez sabe que en la ecuación coranovirus-tendencia de voto lleva todas las de perder. También lo sabe Casado. Todos aprendieron la lección del 11-M. Un gobierno en la gestión de una crisis tan grave siempre cometerá errores que pagará en las urnas. La del «permiso» a los menores del que disfrutan a partir de hoy, de que si, por la mañana, podían ir al súper o al banco, y por la tarde ya podían pasear y jugar a la pelota en la calle, no solo es una rectificación, sino un error de peso, porque hace dudar a los ciudadanos sobre la capacidad de quién nos lidera. Moncloa, Génova, Galapagar ¿hay alguien ahí?

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La falta de liderazgos políticos es uno de los problemas más graves de este país. El presidente no debería comparecer en sus interminables ruedas de prensa para leer lo que va a salir en el BOE, sino para transmitir seguridad en lo que hace su Gobierno y confianza en el resultado.

Ante la debilidad de los políticos, ganan terreno los técnicos, los científicos, como si se inauguraran los tiempos del gobierno de los sabios. La política cede el paso a la ciencia, cuando las funciones y los objetivos de ambas son distintos. La sociedad necesita de buenos técnicos que informen sobre la forma de llevar a cabo el desconfinamiento y las posibles consecuencias. Pero las decisiones les corresponden a los líderes políticos. La sabiduría y la autoridad no solo pueden ser científicas.